Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha soñado con el oro. Los alquimistas querían producirlo para alargar el tiempo de sus vidas. Se creía que una llave de oro abriría todas las cerraduras. Pero el oro del escritor es su tiempo. Por eso el autor de “El oro y el tiempo” echa sus minutos a un saco, los remueve y los convierte en pepitas, aunque estén regadas, como en este libro, que es un puzle, el suyo, para quien lo intente comprender.
El tiempo es oro y cuánta razón hay en ello. Decía William Shakespeare que el tiempo es muy lento para los que esperan, muy rápido para los que temen, muy largo para los que sufren, muy corto para los que gozan, pero para los que se aman, el tiempo es la eternidad.
Por eso el autor usa su tiempo en amar a sus lectores y contarles aquí sus sueños, como si de pinturas abstractas se tratase. Verdades a medias, grandes como un árbol frondoso, frágiles como sus hojas que resbalan en el otoño dorado, porque del otoño, cuenta el autor que aprendió, que aunque las hojas se caigan, el árbol sigue en pie.
Reflexión
Pasamos tan ocupados buscando lo que queremos tener, que olvidamos disfrutar de lo que tenemos ahora. Solo la satisfacción te puede hacer feliz - Cumplir deseos solo conlleva a querer más.